viernes, 28 de diciembre de 2007

Machu Picchu, segundo asalto

El destino era el mismo pero las circumstancias que rodeaban la segunda expedición a Machu Picchu era bien distintas a la primera vez. A la compañía de Grant y Adeline ( que ya "trekkearon" conmigo en Ausangate) se unen Felipe y Ana, pareja Suizo-Colombiana circundando el globo, en bici claro, que no pudieron resistir la la perita en dulce que les ofrecíamos. El plan era sencillo, caminar por cuatro días contorneando el nevado Salkantay, bajar desde las cumbres andinas ( 4.800 metros) hasta el nacimiento de la selva amazónica para llegar al Machu Picchu, colarnos en noche de luna "casi llena" y ver, en el amanecer del 22 de Diciembre, los fenómenos que ahí se observan por el solsticio de verano.




A por Machu Picchu, otra vez!!

Así dicho no suena mal, pero ahorramos algunos detalles, quizás el más importante el meteorológico, en plena época de lluvias la caminata prometía ser tan húmeda como acabó siéndola: lluvias noche y día, ropas y tiendas mojadas y, lo que más jode, unas nubes densas y perenes dispuestas a no desvelar las bellezas que nos rodeaban.



Pero la suerte se nos alió, un poquito nomás, cuando deambulábamos por los pies del Salkantay, ofreciéndonos una perqueña ración de su imponente mole de hielo, algo que nos negó al día siguiente cuando estábamos mucho más cerca, oiendo los desprendimientos de sus glaciares tan ahí mismo que parecía imposible que la fina caortina de nubes que nos duchaba fuera capaz de tapar a tamaño coloso andino.


Así de majestuoso es el Salkantay; lástima que sólo se dejó ver un ratito...

Para ir soltándonos en el arte de colarse "pels puestus" con nocturnidad y alevosía hicimoslos propio en unos bañes termales a la riba del río Santa Teresa, tras 7 horas de pateo fue un gran placer sumergirse en aguas a 40ºC con el paisaje nocturno salpicado de miles de luciérnagas que convertían los picos circundantes en autéticos árboles de navidad...




En la cima derecha se ven algunas construcciones de Machu Picchu. Visto desde Lucmabamba el lugar parece edificado sobre un rostro humano



Otro momento álgido fue llegar a Lucmabamba, unas pequeñas ruinas incas situadas justo enfrente de Machu Picchu ( aunque con un profundo valle como separación), a su misma altura y que todavía no han sido limpiadas de la invasión selvática, lo que permite ver sus muros cubiertos de vegetación y árboles creciendo anarquicamente dentro de las construcciones lo que le aire mágico al lugar y uno puede creer, por un instante, que está descubriendo algo e imaginar lo que sintieron los primeros visitantes post-inca a Mach Picchu.




Las ruinas de Lucmabamba conquistadas por la selva, aún no por el turismo



Dispuestos a conocer todos los detalles y puntos de vista posibles de la Ciudadela no obviamos el mirador de Putukusi que, a sólo una hora de Aguas Calientes ( pueblo-base de Machu Picchu) ofrece una visión frontal y más elevada de la ciuda arqueológica, permite darse una idea magnífica del entorno que rodea a tan mágico lugar y, en nuestro caso, nos ayudó a estudiar (a vista de pájaro) la mejor ruta para nuestra incursión nocturna.

Zona ceremonial vista desde Putukusi



Tras muchas lluvias las primeras sombras del 21 de Diciembre son iluminadas por la luna, llegó la hora de la conquista nocturna del Machu Picchu.
Desde Putukusi la ciudadela de Machu Picchu presenta la forma de un colibrí en vuelo


Para subir los 1800 peldaños no hicieron falta linternas, mucho más potente era la luz lunar que como buena cómplice nos acompañaba. Existe un pequeño camino olvidado que lleva directo a las ruinas, sin pasar por caja, que los cuidadore intentaron ocultar con troncos y hierbajos pero que nuestro previo escrutino nos permitió encontrar sin demasiada dificultad...Avanzar en medio de la maleza selvática sorteando barreras de troncos, bajo la luz de la luna, sintiendo ya la cercanía de uno de los lugares más especiales de la Tierra, sabiendo a ciencia cierta que se está haciendo algo"prohibido" y que en cualquier instante un supuesto vigilante puede dar al traste con la operación "Macvhu Picchu la nuit" pone la piel de gallina, agudiza al máixmo los sentidos, se bombea adrenalina por doquier y la emoción aflora a medida que se acerca el objetivo.Nos ayudamos a escalar un muro y ya estamos dentro...



La primera hora es increíble, la luz azulada baña las construcciones de este lugar tan místico, una procesión de nubes recorre el cielo haciendo unos juegos de sombras de película, los intrusos aún no las tienen todas consigo y el fantasma de los vigilantes planea entre nosotros; avanzamos pegaditos a los muros, pausa y miradas furtivas, a derecha e izquierda, en cada esquina. La tranquilidad es tan absoluta que sólo se oyen las música de los insectos pefectamente acompañadas de nuestros agitados latidos , nada más, el lugar es un remanso de paz que permite que nos vayamos relajando y nos adaptemos rápido a la situación: Machu Picchu es nuestro, sólo nuestro y hay que disfrutar esta situación única.




La silueta del Wayna Picchu y del único árbol de la ciudadela


Pronto dejamos de hablarnos y paseamos distraídos por los lugares más emblemáticos, es mucho lo que leí en las ultimas semanas sobre la Ciudadela y la conexión con el lugar es total. Sólo el corretear fugaz de algunas vizcachas hiela momentáneamente la sangre y acelera de nuevo el pulso pero también a ver sus rápidas siluetas en los lugares más insólitos se acostumbra uno.


Poco a poco las nubes se van agrupando y del fondo del valle sube una densa vrima, primero se cubre Wayna Piccghu y luego, despacito la ciudad desaparece para niestra vista...en cualquier otro lugar esto sería motivo de disgusto pero aquí la nieblina añade, si aún cabe, más misticismo al lugar.

Otra vista a pleno sol, esta vez desde Inti Punku

Descansamos un poquito pero se me hace imposible dormir, hay que aprovechar bien la noche...aún así tras un par de horas más de paseos y exploración sucumbo al cansancio, primero una cabezadita apoyado en la sagrada roca ceremonial que me regala un fnatástico sueño y luego, ya refugiado de la lluvia, a pierna y ronquido suelto, se confirma la sospecha de que no hay guarda alguno, si lo hubiera sin dudas habría acudido al oír los truenos que emitía, así me dijeron los "otros intrusos"...

Despierto clavadito en el instante en que las primeras luces empiecan a invadir el lugar, la lluvia amainó pero nubes y niebla son aún abundantes, adiós a la esperanza de contemplar los fenómenos que se habían de producir esa mañana, como cada amanecer de 22 de diciembre, solsticio de verano. Una excusa más para volver.

El sol asoma por entre las nubes en el valle del Vilcanota, Machu Picchu


Si la noche fue maravillosa no lo es menos la mañanita, sigue la tranquilitad y la solitud en el lugar, se respira ahora el aire puro del amanecer congujado con los aromas a hierba mojada. Tenemos que darnos prisa porque Machu Picchu abrirá oficialmente sus puertas en menos de 45´y es muy posible que algún trabajador del sitio esté ya merodeando por ahí...Tomamos las precauciones de siempre ( pegaditos a la pared, echar un ojo a cada esquina...) pero a cada peldaño que ascendemos en nuestra peregrinación hasta un buen escondite no podemos evitar perder unos segundos admirando la que fue "nuestra" ciudadela por una noche, cuando salgamos del escondite y nos mezclemos con los demás turistas ya no será lo mismo...





Machu Picchu ya bien iluminado, las brumas matutinas le dan un aire misterioso

Al final pasamos todo el día, acercando la oreja a las explicaciones de los guías, haciendo algunas excursioncillas, tirando muchas fotos o simplemente contemplando el panorama hasta que reapareció la lluvia por la tarde y nos envió para abajo, cansados de esperar a que saliera el sol y nos regalara un arco iris... En total pasamos 18 horas en Machu Picchu, enfundados en nuestros gorritos de Papa Noël, casi tan divertido como inolvidable.



Otra vista del conjunto



Por suerte a la vuelta teníamos ya en mente la celebración de la navidad porque si la primera vez se hicieron eternos los 30 km de caminata sobre las vías del tren, la segunda vez...

martes, 25 de diciembre de 2007

Feliz Navidad!!!


Entrañables fechas que sirven para que me acuerde aún más de todos los que estáis al otro lado del charco, os echo de menos!!!

Que paséis todos unas felices fiestas compartiendo con los vuestros, yo lo pasaré lo mejor que pueda, con el gorrito de Papa Noël, claro!

domingo, 16 de diciembre de 2007

Ausangate




Así de majestuoso es el Ausangate


La soberbia o, quizás mejor, la "pardillez", me habían llevado a pensar, en algún momento, en que conocía bien los entresijos de la cordillera de los Andes. No en vano he contemplado a la misma morir, o emerger, en el canal Beagle dónde dicen que acaba el mundo, dónde se besan las aguas del atlántico y del Pacífico, dónde las últimas estribaciones de la cordillera dejan deslizar sus hielos por las lenguas glaciares. Me maravillé con las imponentes agujas graníticas de las Torres del Paine y del Fitz Roy, la masiva silueta del monte Fátima, recorrí innumerables rincones del altiplano descubriendo tesoros en forma de lagunas, santuarios de vida allá dónde toda lógica negaría la posibilidad de ella, vastas pampas a más de 4.500 metros de altura gobernadas por un ingobernable viento, llanuras de sal directamente sacadas de la ciencia ficción dónde la mente queda tan alterada por lo increíble del lugar como la vista por lo cegador de su blanco, caminé por encima de los 6.000 metros pisando nieves perpétuas, milenarias, escalé volcanes perfectos que deparan sorpresas en sus cráteres, ví el sol teñir de rosado estas moles de roca y hielo en inolvidables amaneceres y de naranja en los mágicos atardeceres, sufrí tanto ascendiendo sus laderas como me emocioné con las vistas y sensaciones que ofrecen sus cimas y aún más disfrute sus interminables y salvajes descensos.




¨Chupando¨ cámara a unos milímetros del glaciar, mágico...


Tantas cosas pasé en la espina dorsal de esta América que visito que creía, deseaba, conocer todos sus secretos, pero no, claro que no, siempre faltan cosas, un compendio, una guinda al pastel.





Una panorámica de la cara oeste del Ausangate y valles adyacentes (clickar para augmentar)


Y se trata de una sóla montaña, circumvalada por valles de lo más diverso, un lugar isolado, salvaje, dónde por cada alma humana existen mil animales, dónde uno puede deleitarse con las crestas nevadas flotando sobre las calientes aguas que nos regalan las entrañas de la Tierra. Ausangate, un lugar realmente especial en esta tan impresionante Cordillera de los Andes.



El azul del cielo, el verde del pasto, el blanco de las nieves y el colorao de la tierra combinan a la perfección...


En poco más de tres días vamos a dar la vuelta a la montaña, algo más de 80 km., voy acompañado de Grant ( ciclista Australiano), de Vanessa ( Quebecoise reencontrada en Cusco y ya de vuelta en Canadá) y Adeline ( antropóloga-?- francesa). Para la ocasión contratamos a un simpático arriero, Saturnino ( rápidamente apodado Jean Pierre) quien nos acompañará junto a su caballo Ronnie ¨el sherpa¨( portador de todos los bártulos). Hay que sobrepasar tres pasos a más de cinco mil metros y otro más a 4800.


Lagunas, glaciares, picos de roca... la diversidad y belleza del lugar impresionan de veras



Poco os contaré acerca de los paisajes pues qué mejor que algunas de las cientos de fotos que saqué para que os hagáis una idea de la magnitud de los glaciares, de lo próximos que están para el simple mortal que por ahí pasea ( el ir sin mochila permite salirse siempre del camino para ascender a las crestas), y de la belleza del entorno del pico Ausangate y sus más de 6300 metros de altura.


La historieta de cómo evolucionó la relación con el arriero Saturnino si es digna de ser leída, creo, porque el asunto acabó en unos de las noches más bizarras del viaje, sin duda. La cuestión es que teníamos un libro de trekking ( en francés) y cuando se nos presentó el tal Saturnino, pues que a mi me sonaba, y contratado quedó. Nos empezó a vainar cuando no nos dejó otra opción que comprarle a él un plástico ( a precio de ¨oro¨) para que las mochilas no se nos mojaran ante la inevitable lluvia que nunca llegó, siguió puándonos al avisar a un lugareño de que íbamos a las aguas termales, lugareño que hizo las veces de cobrador del frac, sin tiquet claro.




Contento en el atardecer sobre el cerro de los tres picos


Pero el momento ¨caliente¨ del viaje llegaba con el pueblito de Upis, famoso entre los mochileros por los robos que en él suelen acontecer, especialmente de botas y material de montaña. A pesar de estar a 8 horas y tres collados del mismo, Saturnino, o Jean Pierre, tenía una confianza ciega en que llegaríamos allá: ¨ya veremos¨ decimos nosotros, ¨caminaremos sin prisa, nomás¨. El hombre empieza a ponerse nervioso y se queja de que estamos caminando mal, usea, lento. Por primera vez en tres días no nos espera en absoluto y va tirando millas por unas horas. Después de comer nos plantea qué, o dormimos allá y llegamos a Upis al día siguiente o vamos hacia el pueblo del tirings. Avanzo un poco junto a él y le informo de que no queremos dormir en Upis, que buscaremos un campamento en la pista.





Campamento nocturno, el glaciar de fondo y el telón de estrellas son de ensueño


Tras un rato de nuevo malhumor ( le cambiamos los planes) vuelve a sonreír, conoce un ¨buen¨ lugar para dormir. En la cima del último collado del día lo vemos charlar con unos jinetes que aparecieron de una lejana estancia y cuando estos se van le decimos que ahora sí, que queremos dormir en el pueblo. Su actitud cambia de forma increíble, agarra un cabreo de mil demonios, le teníamos que haber avisado antes, el caballo está muy cansado... Tenemos ya serias sospechas de ¨que algo se cuece¨ entre Jean Pierre y los habitantes del lugar y cuando montamos campamento no se soluciona nada.




El menda y la montaña


El tipejo está muy nervioso, está dando vueltas, mirando a las carenas como buscando a alguien, pasa toda la cena sin decir palabra y cuando cae la noche, tachán, dice que va a buscar un lugar para que el caballo coma, pilla su mochila y desaparece entre las brumas andinas.





La alargada sombra de las alpacas nocturnas


Ahí sí que no tragamos, tras unos minutos de discusión entre nosotros, acordamos salir de ahí por patas: no conocemos el camino, no hay luna y estamos muy cerca de un río y de cientos de humedales. Tras los que nos parece un buen rato de pateo llegamos a una esplanada dónde nuestras linternas iluminan cientos de ojos de alpacas, los perros guardianes se desgañitan ladrándonos y parece no haber ser humano que controle esa jauría animal. Error, ahí aparece Crispín, el ¨Sheriff¨ de Upis, el único habitante de la zona que no anda con sandalias y jersey de alpca sino con botas Gore Tex y Polar de marca. Sí, claro, el capo de los ladrones. Aunque la situación parece tan evidente que no pasa nada, dormimos en su casa, una sola pieza donde los 4 miembros de la família comparten cama y nosotros 4 compartimos suelo.


Los caminantes con la família del Sheriff, que se multiplicó en la mañana cuando los ánimos estaban ya relajaditos


En la bolsa de dormir yacen mis pocos fondos monetarios y mi preciada cámara, y a pesar de la inquietud caemos todos en los brazos de morfeo. A las 5 y media aparece Jean Pierre en la casa, pregunta qué pasó y sin pelos en la lengua le decimos un ¨no nos fíamos de tí, listillo¨, ya pasó el temor a que aparecieran cinco jinetes en la noche con pretensiones sobre nuestras propiedades, así que seguimos con Jean Pierre hasta el punto final del recorrido. Fue uno de los días más largos del viaje, caminamos por más de 8 horas, las tres horas que pasamos en el campamento fueron muy tensas así cómo el trayecto nocturno y la primera hora en casa del Sheriff, pero ya pasó todo, una historia más a contar.





El chorrito de agua a 40º grados inviata a un baño a las 6 de la mañana, con vistas de postal



Ya en Cusco, tras las birras de rigor, sale a la palestra de nuevo el libro de trekking, sí el que estaba francés, y la partida de caja es generalizada. En él habla de Saturnino, nuestro Jean Pierre, y de él dice bien clarito ( aunque en francés) que mejor no fiarse, que abandona a los turistas en mitad de la ruta, que intenta cobrar al principio para desaparecer y de que es un auténtico pirata. Coño, claro que me sonaba, con ese currículum.... algo habré de hacer para mejorar mi francés.
Una semana después no queda más que reírse, incluso regocijarse de tener otra buena anécdota de viaje y lo único de serio que queda de todo esto es lo impresionante que resultó este maravilloso trek del Ausangate, el mejorcito hasta el momento y el inicio de mi despedida de los Andes. Ahora los conozco un poquito más...


Y aquí está el tipejo... Mr. Saturnino o Jean Pierre, "el ratero"

domingo, 9 de diciembre de 2007

Un año en la ruta

A mi me parece mentira pero ya pasó un año desde que salí de casa, 365 días en américa, 10.000 km en bici, 8 países visitados, más de 700 km. de trekking, 214 noches durmiendo en la carpa, un millón de recuerdos, anécdotas, sonrisas y personas.

Pero el hombre no cambia; a pesar de pasar un año de constantes novedades, de que nada aquí es igual a lo que tenía en casa, de compartir culturas diferentes y de enfrentar ante mis ojos realidades distintas a cada valle sopasado, la visión que uno tiene del mundo no hace más que afirmarse a cada paso.

Tampoco cambían las sensaciones de estar frente a lugares mágicos, sean los glaciares de la Patagonia, los desiertos Atacameños, los picos de los Andes o los Salares Bolivianos, a esto sí que ningún ser humano puede acostumbrarse y, quiera o no, se me abre la boca una y otra vez y la imaginación vuela directamente hacia los recuerdos de los lugares visitados o hacia los anhelos del próximo destino.

Eso sí, muchas dudas que en el "chico de ciudad" bullían en la cabeza están definitivamente despejadas, subir montañas es más una tarea cotidiana que un reto, acampar en la salvaje naturaleza más un placer que una necesidad, afrontar travesías a pie más una ilusión de acumular nuevos paisajes que un problema logístico...

Y aunque las ganas de regresar rondan por la mente, la ilusión del viaje todavía me empuja hacia adelante, hay un montón de lugares, gentes y culturas que deseo conocer, quiero seguir disfrutando de más amaneceres, del espectáculo de la luna llena en escenarios mágicos y de todas las sorpresas que, de bien seguro, me esperan en la siguiente curva, las cosas no planeadas que hacen de el viaje algo nuevo a cada instante, que mantienen los sentidos alerta y el corazón alegre.

No puedo dejar de agradecer a todos los desconocidos que abrieron sus puertas a un peludo en bici, a las escuelas que me permitieron dormir en sus aulas y conocer a sus niños, a los que saciaron mi sed con su agua, a los que con simpatía y respeto me ayudaron a querer más su país o a los que me alegraron el día con una simple sonrisa fugaz. Porque viajando, viviendo, siempre necesitamos del calor humano, que aunque de forma electrónica también me llega desde casa, gracias por todo vuestro apoyo!

En fin, queda aún mucho viaje, un recorrido que me encanta compartir con vosotros: família, amigos y parece que un buen número de desconocidos, así ha sido durante todo este año y así seguirá mientras las piernas ( o algún otro medio de transporte, claro...) y la ilusión me sigan llevando hacia el norte.